La sustitución de una sociedad propietaria, por una sociedad sometida a la servidumbre de la suscripción

Luisondome

Crédito: Josué E.A.

Dic 19, 2021

El capitalismo y las grandes corporaciones están evolucionando desde la producción de bienes que fabrican para ser vendidos, a ser los dueños de los productos fabricados, y ofrecerlos como servicios mediante el pago por uso.

Antes, para ver películas, escuchar a nuestro cantante favorito, o leer la última novela de nuestro escritor preferido, teníamos la opción de comprar la película, el disco o el libro. De esta manera, lo disfrutábamos cuando nos apetecía, y además, a lo largo de mi vida pude formar un importante fondo cinematográfico con mas de 500 películas, una discografía que abarca desde la música clásica, al rock y otros estilos musicales, con mas de 4.000 grabaciones en distintos soportes, así como formar una biblioteca propia con varias obras de carácter enciclopédico y cientos de lecturas tanto profesionales como de entretenimiento; ahora, para poder disfrutar legalmente de una película de estreno, debo de pagar a Netflix una tarifa mensual por el servicio de streaming, para escuchar el último disco de Robbie Williams, debo de entregar cada mes una cantidad a Apple Music para acceder a sus fondos musicales, y para leer un libro en el Kindle o un artículo en una revista profesional, debo de pagar la correspondiente suscripción a quien corresponda. Solo por esta vía puedo acceder a los contenidos que me interesan. Bien es verdad que tengo al alcance de mi mano la videoteca, la discoteca y la biblioteca globales.

Como consecuencia de esto, en mi ciudad ya no hay tiendas de alquiler de videos; la última cerró hace tres años. No hay tiendas de discos tampoco. Han desaparecido las estanterías hasta de los hipermercados. Resisten las librerías, porque aún hay una gran masa de gente que prefiere leer en papel impreso.

Pero no solo son estas empresas las que se están haciendo con el comercio; en las empresas relacionadas  con el trabajo, ocurre algo parecido. Ahora todas son empresas 365, que son los días que tiene el año. Empresas como Microsoft, Adobe o Apple, por citar solo algunas de las mas conocidas, ya no nos venden los programas de software para que los instalemos en nuestros ordenadores. Lo que quieren es que les paguemos una cuota mensual trimestral o anual para que podamos utilizar sus productos, y así, los procesadores de documentos como Word, las hojas de cálculo como Excel, los programas de presentaciones como Power Point, así como el resto de sus productos en el caso de Microsoft, y el en caso de Apple lo mismo con sus equivalentes, las suites de edición como las de Adobe, los programas de edición de video como Final Cut, o los de edición musical como el Garaje Band y otros, que antes se podían adquirir para ser instalados en los ordenadores, y que solo se pagaban en el momento de la compra con derecho a las sucesivas actualizaciones; ahora esto ya no vale.

Las nuevas versiones de los sistemas operativos de los ordenadores, los portátiles, las tabletas y los teléfonos de los distintos ecosistemas, han dejado en fuera de juego a los antiguos programas que yo tenía en propiedad. Mis programas no se pueden actualizar porque la versión de mi sistema operativo (SO) es antigua, y las nuevas versiones del SO no son reconocidas por estos. 

Pero esto no es todo. Mi ordenador de 2009 ya no admite los sistemas operativos actuales de Apple porque los procesadores que los tienen que mover no tienen capacidad para ello. Ahora además Apple fabrica sus propios chips, adaptados como un guante a sus programas; los chips de Intel han pasado a formar parte de la historia. Así es como se las gastan las empresas. Este artículo lo estoy escribiendo desde mi ordenador portátil de 2009, con un sistema operativo de los tiempos de George W. Bush, que va estupendo para estos menesteres, pero funciona a saltos cuando maneja imágenes de video o programas complejos.

Para trabajar con estos sin tener problemas, necesito de las nuevas versiones, y para ello tendría que comprarme en primer lugar  un ordenador nuevo o alquilarlo, y después suscribirme a los servicios 365 de estas empresas, lo que implica dedicar varios cientos de euros periódicamente a este capítulo, y además ya no tendrían valor para mi los antiguos programas por los que pagué varios miles de euros, y que cuando los compré se suponía que la licencia adquirida era para toda la vida.

Ahora no me queda mas remedio que pagar  periódicamente las cantidades de dinero que me piden para poder utilizar los mismos programas, sabiendo que si dejo de pagar, a partir de ese momento no podré usarlos, y habrá dificultades para trabajar sobre un contenido que es antiguo, pero que es propio. Todo esto es parte del rápido cambio de las empresas mundiales hacia la servidumbre por suscripción.

Viendo como inflan de dinero sus arcas este tipo de empresas, otras de otros sectores están buscando el medio de reconvertir su actividad hacia este modelo de negocio, y así convencer a sus potenciales clientes y usuarios de usar sus servicios que requerirían el pago constante de dinero.

Un ejemplo lo tenemos en  Toyota, una corporación de casi $ 300 mil millones, con beneficios de más de $ 3.100 millones en el último año, y que ahora están desesperados por ver como pueden ganar dinero con esos sabrosos ingresos constantes que les llegan periódicamente sin ningún esfuerzo y solo con la intermediación de un medio de pago que puede ser incluso suyo.

Pero no es Toyota el primer y único fabricante de automóviles en intentar ordeñar a sus clientes como si fueran una vaca lechera: BMW lo probó con Apple CarPlay, que a los pocos meses tuvo que desechar, pues fue un fracaso estrepitoso que le hizo daño en las ventas; Tesla lo probó ofreciendo un servicio de conectividad a Internet previo pago de un plus, mientras que Mercedes lo probó con la dirección trasera EQS.

Estas marcas, antes ofrecían opciones que encarecían el precio del coche, pero las disfrutabas y solo se pagaba una vez por ella tras abonar la factura del coche, opciones incluidas. Ahora, tanto Toyota como el resto de fabricantes quieren que sus clientes paguen una tarifa mensual para poner en marcha sus propios coches, o para disponer de determinados servicios y lo prueban todo en un intento de averiguar por donde pueden morder el anzuelo los clientes.

En otras palabras, las personas están pagando por un producto que alguna vez obtuvieron gratis, pero si no continúan pagando por el producto que ya pagaron, no podrán usar el producto por el que ya pagaron. Es diabólico.

Imagínese que Vd. paga € 50 al año por una suscripción de Medium y, de repente, Medium le envía un correo electrónico y le dice: "Mire usted, sabemos que ya pagó para leer los artículos de Luisondome de este año, pero a partir de ahora el pago solo le da derechos de membresía, pero no el acceso a los artículos. Si desea seguir leyendo los artículos de Luisondome, desde ahora tendrá que pagar otros € 80 al año para poder acceder a ellos ".

Las grandes corporaciones lo que quieren, y hacen grandes esfuerzos para lograrlo, es que nos enganchemos a planes de pago periódico que les garantiza unos ingresos fijos y continuos mientras necesitemos de sus servicios, y ya buscaran los medios necesarios para que tengamos esa necesidad de manera continuada. Ya no necesitarán que les compremos nada, y por tanto ya no querrán vendérnoslo. Quieren que el producto sea de ellos y que les paguemos por su uso. Nosotros no podremos ser los propietarios de sus productos. Será por tanto el fin de la tenencia en propiedad. Para que me voy a comprar un disco duro si tengo Cloud...

Esta tendencia se está viendo en muchos otros ámbitos y sectores de la actividad humana. EL entretenimiento con Netflix, HBO, Disney, Plex, Filmin  y otras. La música son Spotify, Amazon Music, Apple Music, y otras, AirBnB y otras  en el alojamiento, Booking y otras en los viajes, la lista es interminable, y cada día se expande a nuevos sectores y aparecen nuevas empresas.

Esta modalidad hace que decenas de millones de personas queden fuera, en una especie de apartheid porque no tienen los ingresos suficientes para soportar este gasto, pues los que tienen, los necesitan para cubrir sus necesidades básicas. De este modo, están creando bolsas de exclusión, y por tanto está aumentando la desigualdad al alejar a estas personas de la oportunidad de acceder a la cultura y a los servicios.

Pero el peligro real ocurre una vez que cualquier necesidad humana se mercantiliza como inversión: finalmente se vende al mejor postor, que siempre suele ser un fondo buitre de los que gustan de la inversión extractiva, evasora de impuestos, depredadora y antihumana. 

Hace no mucho escribía Jared A. Brock como Wall Street acaba de inventar un nuevo tipo de corporación para ayudar a las élites a comprar la naturaleza misma, para de esta manera poder alquilarla. De esta manera, los paisajes, los ríos y sus peces, las montañas y sus senderos, pasarán a ser propiedad de los fondos de cobertura. Para Wall Street son las Corporaciones de Activos Naturales (NAC). Esta es una mas de las muchas que se pretenden.

Imagínese que un sofá para el salón que hoy puede comprarse por € 600 y disfrutarlo de por vida,  un inversionista decide comprar la fábrica de sofás porque piensa que alquilandolos  para ser instalados en los salones de las viviendas alquiladas puede ganar € 99 al mes, actualizares según el IPC  con un contrato de arrendamiento de 36 meses. En ese momento, el mismo sofá  de repente adquiere un valor de  € 4,100, orque los beneficios que se pueden obtener por fabricar ese sofá son mucho mas altos.

Ahora aplique la misma idea a la vivienda, súmele una cantidad por el suministro del agua caliente, otra por el mobiliario de la cocina, lo mismo con el de los dormitorios, los aparatos de lavado y limpieza, el entretenimiento, la servidumbre robótica, y vaya agregando dinero por cada uno de los servicios que necesite y que pueda costearse para hacerse mas cómoda y agradable su vida.

La vivienda no será suya. Tampoco la cocina, el trigo la lavadora, la aspiradora o el lavavajillas. Si quiere lavar su ropa, pague por ello o vaya a lavarla a una lavandería pública. Si quiere cocinar, pague por ello, o compre la comida ya preparada y servida a domicilio. Si quiere ducharse en agua caliente pague,  si no dúchese en agua fría.

Todo lo que usted pueda necesitar no será suyo, usted no tendrá nada, pero podrá alquilarlo a los propietarios de los servicios, por lo que ellos se quedan con todas las ganancias. Usted tendrá que trabajar duro para no tener nada, lo que no quiere decir que no pueda disfrutar de lo que no tiene. Si podrá hacerlo pagando por ello, lo mismo que si quiere ir al cine a ver una película,  tiene que comprar antes la entrada.

A mi este modelo de pago por uso no me gusta. pero ¿Y a usted? ¿Se puede hacer algo para evitar esta situación?

Jared A Brock, escritor en Medium, afirma que si se pueden hacer varias cosas. El recomienda las siguientes, y cito:

Primero: Rechace públicamente hacer negocios con cualquier empresa de venta de productos que cambie a un modelo de ingresos recurrentes y no le permita comprar sus productos a un costo razonable. Niéguese a dar el dinero que tanto le costó ganar a cualquier negocio que no le venda directamente las cosas que desea y necesita.

Segundo: para evitar perder años de su vida pagando para alquilar versiones de calidad más baratas en el futuro, adquiera posesiones de calidad y compre lo que pudiera necesitar para los próximos 30 años ahora.

Tercero: meterse en política y aprobar una Ley que consolide el derecho a la propiedad, o votar a candidatos y nuevos partidos que estén en contra de este tipo de negocios (Lo de meterme en política no es para mi. Lo de votar adecuadamente si es interesante y necesario)

Cuarto: buscar empresas de venta libre que vendan servicios a largo plazo con un pago único (podría ser admisible el abono de pequeñas cantidades por las actualizaciones en función de las aportaciones de estas al usuario), y productos de propiedad total que se adquieran de por vida.

Las cuatro propuestas de Jared me parecen bién, pero yo añadiría una Quinta: sigamos utilizando nuestro comercio de proximidad siempre que podamos. Protejamos el comercio local, pues no debemos prescindir de el. Da de comer a muchas familias y fija la población en los pueblos y ciudades. A la larga saldremos ganando., aunque paguemos un poco mas.

Necesitamos hacer algunos cambios radicales en la dirección que está tomando la sociedad mercantil. De lo contrario, muy pronto, no se nos permitirá tener en propiedad nada que  sea imprescindible para nuestras vidas porque no nos lo venderán. Lo que necesitemos, nos lo proporcionarán las grandes corporaciones proveedoras de servicios previo pago de una cantidad periódica durante el tiempo que lo usemos.


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