NEUROTECNOLOGÍA: ASÍ FUNCIONA EL NUEVO NEGOCIO DE LA MENTE
Luisondome
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Neuralink está centrada de momento en proyectos médicos (Getty Images) |
Nuestras neuronas emiten señales al ser conectadas, y las empresas ya saben qué se dicen entre ellas y cómo capturar lo que se dicen. Con sólo ponernos en la cabeza una diadema con electrodos, sabrán que estamos pasando por un momento feliz, o que no nos gusta esa chaqueta, o que ahora mismo algo nos pone nerviosos. Si nos presentáramos voluntarios a un experimento de estos, un grupo de investigadores puede averiguar que últimamente pensamos mucho en nuestros seres queridos o que hemos vuelto a soñar con ese regalo que ansiamos. Y si nos descuidamos con las 'cookies', en un futuro próximo las marcas acabarán sabiendo lo qué nos gusta con tanta exactitud, que las recomendaciones de Amazon o Spotify parecerán publicidad antigua.
Esto es la neurotecnología, que también vivía un discreto avance lineal hasta que la inteligencia artificial ha disparado su progreso prefigurándola como una todopoderosa industria de la mente que conviene regular más pronto que tarde.
Por la capacidad de mover máquinas con el pensamiento, de leer la actividad cerebral de una persona en estado vegetativo, o de saber qué opinan de verdad un grupo de consumidores de un producto, es lo que da sentido a la investigación en neurotecnología, con el objetivo de extraer información del cerebro y, tal parece que "la fusión humanos-tecnología ya está aquí". El propósito principal de esta rama de la tecnología "es reparar, aumentar y expandir nuestra inteligencia", algo que puede sonar a distopía ciberpunk pero que, por otra parte, llevamos décadas haciendo con otras capacidades a través de implantes cocleares o con los marcapasos.
¿Cómo se extrae la información del cerebro?
Los neurodatos, de momento, se sacan directamente del cerebro mediante dispositivos denominados interfaces cerebro-ordenador o brain-computer interfaces (BCI). Los hay de dos tipos: por un lado, están "las BCI no invasivas, que registran ondas generadas por la actividad eléctrica neuronal desde fuera del cráneo, con una especie de gorro provisto de electrodos que se pone en la cabeza", y, por otro, "las invasivas, que miden la actividad neuronal directamente del cerebro, con electrodos muy finos colocados de manera intracraneal", explica el divulgador científico y bioquímico Pere Estupinyá. María López, cofundadora y CEO de Bitbrain, añade que el hardware tanto puede recoger información "del sistema nervioso central, como del periférico".
Hay un mercado para los neurodatos
Estupinyá aclara que sólo las primeras interfaces tienen aplicación comercial, ya que las invasivas están restringidas por ahora al ámbito médico e investigador. Así que lo que podemos comprar ya son "gorros como los de las electroencefalografías" que captarán las "ondas alfa, beta, gamma, delta o tetha" como un micrófono posado sobre nuestra sien. Pero algo en lo que coinciden todos los especialistas es en que la magia de interpretar la mente no nace en el hardware, sino en la evolución de un software que, gracias a la IA, no solo es capaz tanto de aislar la señal de las sinapsis de todo el ruido eléctrico que se genera en la cabeza, como de traducir esta señal en información útil.
¿Útil para qué? Estupinyá señala que "ya hay dispositivos comerciales para analizar patrones durante el sueño o medir impacto emocional ante situaciones concretas, como puede ser mostrar un producto comercial determinado". Casal, por su parte, destaca entre los principales usos de los dispositivos "la rehabilitación y restauración motora, la comunicación asistida, la mejora cognitiva, el control de dispositivos robóticos o el brain to vehicle, en el que nos convertimos en un sensor más de nuestro coche".
"A día de hoy, la neurotecnología se vende en salud, en investigación científica y en investigación de mercados", informa López. "Pero de cara al futuro, se habla de capacidades cognitivas sobrehumanas. Y no tengo una bola de cristal, pero es verdad que las cosas están yendo muy rápidas", añade la fundadora de una de las pocas empresas dedicadas a este nicho tecnológico en España.
En efecto, la inteligencia artificial está aprendiendo a decodificar los datos crudos que captan las BCI y a desentrañar con gran eficacia "qué es ruido y qué es señal, y ya es mejor que nosotros haciéndolo", expone.
Es necesario proteger nuestras mentes
El escenario futuro es borroso, pero se intuyen intervenciones quirúrgicas para conseguir que los soldados vean de noche, se piensa en gimnasios mentales en las grandes corporaciones para mejorar la concentración de los empleados, o puede que existan bloqueadores de BCI que te prometen que nadie podrá entrar a robar contraseñas dentro de nuestra cabeza. Todas estas posibilidades, cuenta López, son ideas de negocio que ya están captando financiación. "Y tenemos a Elon Musk y a su empresa Neuralink que quiere conectar nuestro cerebro a una inteligencia artificial", añade.
Pero calma: así como hace dos semanas urgíamos a asumir el impacto que va a tener ya la IA en nuestra vida, en este momento creemos que la protección de la integridad mental, recogida en los cinco neuroderechos, es algo importante pero no-tan-urgente. ¿O quizá sí?
Estupinyá relativiza el alcance de la tecnología actual: puede "ver grados de atención, de vigilia, de relajación" e incluso, en condiciones de laboratorio, reproducir de forma aceptable imágenes mentales de sueños o recuerdos. Pero sus capacidades "quedan lejísimos de 'leer' el contenido de la mente, es decir, lo que está alguien pensando", aclara. Y Casal coincide: "Todavía estamos dando los primeros pasos y la tecnología está centrada en facilitarnos las actividades cotidianas. Eso de reescribir el cerebro o utilizarlo como ‘disco duro’ todavía está lejos".
Sin embargo, es López, la voz más pegada a la industria, la que tiene menos claro que vayamos bien de tiempo para regular la neurotecnología. "Si supiera que todo esto va a estar disponible en cinco años, te diría que primero hay que solucionar otras cosas, pero no sabemos la rapidez con que va a evolucionar", explica. Está convencida de que nada va a frenar el deseo humano de mejorar y, si una máquina puede ayudar a hacerlo, se acabará utilizando. "Cuanto antes sentemos las bases mejor, para que no nos pille con el pie cambiado", zanja.
Todos están de acuerdo, eso sí, en que garantizar los neuroderechos es una idea estupenda. Esta propuesta de cinco nuevos derechos blindará tu integridad mental para que nadie manipule tu mente, viole la privacidad de tus pensamientos y recuerdos, hurgue en tu personalidad o influya en tu libre albedrío con neurotecnología. También quiere protegerte de los sesgos con que las BCI y los algoritmos pueden interferir en tu vida y también de la competencia ¿desleal? de los humanos aumentados por neurotecnología, garantizándonos el acceso a estas soluciones incluso aunque no las podamos permitir.
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